En la crestería de sevillanos ilustres del Palacio de San Telmo, realizada por Antonio Susillo, nos encontramos con doce esculturas y la de Don Diego Velázquez casi pasa inadvertida. Entender Sevilla es entender que es una colección de fechas, personajes, monumentos, imágenes devocionales, su Semana Santa, su Feria, su toreo, su flamenco… e innumerables cosas más. Por eso la imagen del más Grande de todos los Pintores queda opacada como una cosa más de esta gran metrópoli, cargada de Historia. De hecho, muchos sevillanos piensan que Velázquez no fue sevillano sino madrileño.
Durante mi estancia en Holanda pude comprobar con agrado como la imagen de Rembrandt aparecía en cada esquina escoltada muchas veces de Van Gogh y Vermeer. Los holandeses se sienten orgullosos de sus primeras espadas, los tienen presentes y los encumbran. Pero esto me cuesta verlo en nuestra ciudad con Velázquez. Pienso que en Sevilla tenemos que decir a este hijo nuestro: “amice ascende superius” en el lugar que te corresponde, que es más arriba, en la cúspide.
Manet realizó un viaje a España en 1865 y se quedó maravillado de su maestría y lo llamó “Pintor de Pintores” y “el más grande pintor que jamás haya existido. Él sólo ya merece el viaje a Madrid”. Velázquez en la segunda mitad del siglo XIX se revalorizó internacionalmente. En 1888 Antonio Susillo realizó la escultura de la Plaza del Duque, donde se casó D. Diego y bautizó a sus dos hijas - en la desaparecida Iglesia de San Miguel-. En 1899, con motivo de su tercer centenario, la Academia Provincial de Bellas Artes puso una lápida en la Iglesia de San Pedro donde se bautizó el Maestro. Parecía que Sevilla iba a dejar a su vástago en el lugar que le correspondía pero a partir de 1920 vino un periodo que según Ortega, fue de invisibilidad del Maestro. En el cuarto centenario hubo una gran exposición en la Cartuja donde se reunieron los cuadros de su época sevillana dispersados por el mundo, gracias al fenómeno del mariscal Soult, pero concluida esta exposición volvió a ser invisible… algún cuadro comprado por la Fundación Focus-Abengoa…
Parece que algunas nuevas iniciativas como la Casa Natal de Velázquez o renombrar al Aeropuerto de Sevilla como Diego Velázquez pondrán al prestigioso pintor en su sitio pero es nuestra la labor de visibilizar su figura y su pintura para que jamás caiga ya en el olvido de la mente de cada sevillano. Yo reivindico la figura del Maestro como lo hizo Manet, diciendo también que es el más grande pintor que jamás haya existido y por eso apoyo incondicionalmente exposiciones como ésta donde se recuerda al Maestro.
La iniciativa de José Luis con esta exposición no es novedosa; Goya, Picasso o Bacon nos mostraron sus interpretaciones de la obra de Velázquez que los dejó profundamente conmovidos. Castrillo nos da su propia visión original, genuina y auténtica, como su pintura.
Podemos ver una gran evolución en su obra, desde que pintó la Infanta Doña Margarita en el 88 (presente en la exposición) hasta ahora. Su pincelada se ha ido desembarazando de los acartonamientos de los comienzos. Su pincel es libre y fluido y su grafía nos muestra cómo es él en su interior: vital, apasionado, emotivo, impaciente e intuitivo. Es ya una pintura madura y bien definida por eso resultan innecesarias las comparaciones con otros pintores. Su pintura es totalmente excepcional y podríamos decir que Castrillo pinta como Castrillo porque tiene una voz única y propia.
Para mí la característica principal de su pintura es su emotividad. Los personajes que pinta tienen un corazón que palpita y siente. No son figuras frías o distantes, Castrillo las dota de un alma rebosante de vida. La mirada de sus Vírgenes o Cristos es una mirada interpelante. Quien conoce toda la obra de José Luis sabe que la más reciente está impregnada de un profundo sentido religioso. Las figuras de Jesús y de María tienen para él un protagonismo especial. Velázquez también pintó arte sacro y se encuentran representadas en esta exposición dos muestras: un detalle de la Coronación de la Virgen y el rostro de su célebre Cristo. En estos dos cuadros confluyen el Castrillo más genuino y el Velázquez más espiritual. Pero estos lienzos no pretenden ser copias de Velázquez sino ser interpretaciones en su estilo, como hiciera Van Gogh con los cuadros de Millet. Viendo su pintura podríamos pensar que el pintor que más le ha influido es el Greco por ciertas semejanzas pero él nunca se ha sentido movido a reinterpretar al cretense y sí al sevillano.
La muestra abarca 35 años donde la fiebre de Velázquez no le ha abandonado. Tenemos un autorretrato de Velázquez del 91, muchos del 15 y no pocos recién pintados. Cuadros grandes, como su interpretación de las Meninas del 15 o el Príncipe Baltasar Carlos Cazador, recién pintado; o pequeños como el jarrón que aparece en el cuadro de la Infanta Margarita de niña o la paleta del pintor de las Meninas. La Venus del espejo es uno de los de reciente creación. Castrillo pinta una cara de Venus más bella que la de Velázquez. Hay que decir que los espejos de Velázquez, no son realmente espejos. En la imagen reflejada en un espejo hay una doble distancia: del sujeto al espejo y del espejo a la imagen reflejada. Por la posición no se vería ningún rostro en el espejo. Pero se entiende lo que Velázquez quiere decir.
Si bien los retratos no son del todo precisos, no cuesta reconocer los cuadros originales a cualquier aficionado a la pintura del Maestro. Me hizo especial ilusión ver entre los retratos representados el de Adrián Pulido porque los historiadores del Arte lo catalogan como de Juan Bautista del Mazo y yo se lo atribuí al Maestro en 2015. Me hizo especial ilusión porque se ve como dos pintores coincidimos por la sensibilidad y el oficio, mientras que a los historiadores se le escapan esos datos y tenemos que, ahí continúa el Adrián Pulido en la National Gallery como de Juan Bautista del Mazo.
Sorolla tenía presidiendo su estudio una reproducción a blanco y negro, casi a tamaño natural y enmarcada, de un retrato. No era de Monet, ni de Goya, ni de Leonardo, ni de Miguel Ángel… era el Inocencio X de Velázquez. Una vez más la gente que entiende de Pintura sabe que Velázquez es la Cumbre. Si el Maestro no te dice nada…¡peligro! La próxima vez que vayas al médico, háztelo ver.
Arístides Artal