216 Cuenta Nathan Milstein, uno de los mejores violinistas del siglo XX, cómo primero empezó a tocar para la aristocracia rusa y después de la Revolución para el Partido. El Gobierno organizaba conciertos para proletarios por toda la Unión Soviética… pero a éstos parece que apenas les interesaban.

Una vez fue Nathan con Horowitz a tocar a un lugar cuyos espectadores eran limpiabotas y demás proletarios. Empezó tocando a Bach, pero cuando llevaba un minuto o dos, los limpiabotas que eran los más deslenguados, empezaron a gritar:¡fuera, fuera…! Subió el camarada del Partido a calmar los ánimos diciendo: esta es la Música que escuchan los ricos y que gracias a la Revolución ahora la pueden escuchar también ustedes. Continuó Nathan tocando a Bach pero al minuto otra vez gritaron: ¡fuera, fuera! Así que se fue.

No hay peor sordo que el que no quiere oír. Para que una obra de arte te guste tienes que tener esa capacidad de apertura a lo nuevo, dejar que sedimente, revisarlo de nuevo, volver a escucharlo, verlo, leerlo –según el arte de que se trate- y con cautela dar tu opinión. Si no te gustan Los Genios del Arte es que tienes un problema. En la anécdota que acabo de relatar el problema lo tenían los limpiabotas, no Bach.

Te vuelvo a repetir mi pensamiento 127: las cosas no son bellas porque nos gustan, sino porque son bellas, entonces nos gustan.






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